miércoles, 28 de septiembre de 2016

Lo rural es existencial









 La grieta entre animales salvajes, Gracia
 Morales y Juan Alberto Salvatierra
Teatro del Barrio, 24 de septiembre 2016


“De noche en la naturaleza dependemos de la luz interior de los coches”
Caminado deprisa hacia el teatro, atravieso las terracitas que celebran la sociabilidad, la amistad, los encuentros, todo lo que nos reconforta como seres humanos. Acompañada por esa algarabía lavapiesera, una no se imagina que unos minutos más tarde, cuando comience la función en el Teatro del Barrio va a adentrarse por una grieta que pone en cuestión tanta despreocupada alegría.

La grieta es un espectáculo que nació como serie para internet. El éxito de la entrega por capítulos animó a sus creadores Gracia Morales y Juan Alberto Salvatierra, integrantes de la compañía granadina Remiendo Teatro a ponerla sobre las tablas acompañados por el mismo equipo artístico. En esta entrega de carne y hueso los personajes pasarán un fin de semana en plena naturaleza. La acción se desarrollará en un contexto de parecidas dimensiones claustrofóbicas al de la versión en serie: una casa rural. Para la secuela teatrera han renombrado el montaje La grieta entre animales salvajes.

Nico, Lucía y Tomás son tres amigos que deciden pasar un fin de semana en el campo. Están decididos a disfrutar hasta la hora máxima de salida del domingo de esa promesa de naturaleza confortable que seduce desde los portales de alojamientos rurales. La promesa se cumple, al menos aparentemente: piscina, chimenea, montañas. No falta ningún elemento… bueno sí, un libro olvidado en la ciudad sobre el que estaban volcadas parte de las expectativas de gozo del fin de semana y que se convierte en un  absurdo detonante, en la palanca que agranda la grieta. La amenaza de lo salvaje acecha por fuera y va despertando también en el interior de la casa y en el corazón de sus eventuales moradores.

Gracias a una original estructura dramática el hilo narrativo va siendo interrumpido en momentos puntuales para mostrar un juego de alternativas a la acción que aportan una dimensión múltiple a cada escena. Tipo matrioska, cada escena lleva oculta una sorpresa sobre la que surge una reflexión inmediata en la mente del espectador.

La dirección del montaje queda a cargo de Julio Fraga, responsable también de la dirección en la versión webserie, que consigue crear un permanente clima de tensión. Se proporcionan en su justa medida la sorpresa, las pausas y los cambios de ritmo. Todo un logro crear este ambiente que se presenta a ratos terrorífico, un efecto que difícilmente se consigue en el teatro. El pálpito a ritmo de thriller hace que el interés no decaiga en ningún momento.

Los actores defienden con solvencia unos personajes arquetípicos que están absolutamente al servicio de la historia. Su perfil psicológico solo está ligeramente esbozado, tanto que a ratos parece que pudieran intercambiarse entre sí. Quedan al cargo de hacer cotidianos unos diálogos que dejan entrever a la bestia que se revuelve por debajo de las frases hechas, las insinuaciones o los reproches que se permiten en las procelosas aguas de la confianza. Se trata de texto preciso, sin florituras y plagado de reflexiones éticas y morales que quizá debiera pausarse algo más, ya que a veces queda farfullado e ininteligible por el ritmo vertiginoso de la escena y que una quisiera haber oído bien para ponérselo en la bio del Twitter.

El tiempo corre desde la butaca como si se hubiera arrugado, de modo que el final resulta algo atropellado y exigente con el espectador. Mientras aplaudo mi mente se resiste a creer que la función haya terminado. Solo la sonriente cara de satisfacción de los actores en las que se refleja la perplejidad del público va haciendo que poco a poco los ojos despierten a la realidad  reconfortados al pensar que tras la puerta solo acecha... la ciudad.

 A pesar del rápido desenlace ha dado tiempo a degustar la cata de genoma del comportamiento humano que nos ha presentado esta arriesgada compañía de la que me pongo automáticamente en seguimiento para no faltar cuando paseen sus dilemas existenciales por los madriles de nuevo.


Luisa CIB


sábado, 24 de septiembre de 2016

LA GRIETA ENTRE ANIMALES SALVAJES.
Teatro del Barrio, viernes 23 de septiembre.
¾ de sala.



http://www.remiendoteatro.com/teatro_laGrieta/
Tres amigos urbanitas llegan a una casa rural perdida en medio de las montañas y el bosque, a pasar el mejor fin de semana de su vida.

Este podría ser el inicio de La grieta entre animales salvajes, y aunque teatralmente lo es en esencia no es del todo cierto, pues este proyecto se inició hace ya dos años como web serie. Escrita por la dramaturga Gracia Morales, cuyos textos han sido estrenados en más de 15 países, y por Juan Alberto Salvatierra, director y dramaturgo algecireño, está intepretada por Piñaki Gómez, Antonio Leyva, y Larisa Ramos, todos premiados en diversas ocasiones, en los Max, como parte integrante de la compañía andaluza Laví e Bel.

El éxito obtenido por la serie web, que recibió varios premios internacionales, es lo que ha dado como resultado que el equipo al completo se animara para hacer un espectáculo teatral que recoge toda la esencia de su predecesora, pero que a la vez se contempla como algo completamente independiente.

Tres amigos y una casa rural con instrucciones y advertencias. Tres actores granadinos que llegan de visita al teatro del Barrio y dan una lección magistral de interpretación ejecutando un trabajo preciso y soberbio, con ritmos acelerados por momentos y lentos otros, y con una música y sonido que entran en el juego de magnífica precisión, perfectamente dirigido por Julio Fraga y Noelia Rosa en la ayudantía.

¿Qué muestra la grieta entre animales salvajes? Cosas como eso que alguna vez hemos pensado: "¿Qué hubiera ocurrido si en vez de mirar a la izquierda, hubiera mirado a la derecha; si en vez de cruzar la calle, hubiera seguido recto?" Todo ello a través de tres personajes, que esconden, acechan, chantajean, aman, muestran en definitiva,  las pasiones humanas, hasta dónde puede llegar una persona para conseguir lo que desea, o lo vil que puede legar a ser ese “amigo” que tienes al lado y a quien creías conocer, los límites del dar a cambio del recibir...  Insertado en una escenografía que, al punto, se muestra como tranquila y escalofriante al mismo tiempo. Las normas no existen este fin de semana que entra en un extraño juego de reiniciación constante, que siempre lleva a un fin... ¿mejor?

 La grieta entre animales salvajes es un ejemplo de teatro, del excelente teatro con manufactura andaluza que de vez en cuando viene a visitarnos a Madrid para dejarnos boquiabiertos, y que, incomprensiblemente,  nadie se decide a programar con continuidad.

Álvaro B.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Un maravilloso Punto de Partida




Como Punto de Partida elegir homenajear a la más grande, por el décimo aniversario de su muerte , es de titanes. Aún recuerdo cuando siendo niña mi tío me ponía sus éxitos una y otra vez . Rocío , era una de éstas artistas que arañaba el alma , ella jamás pasaba desapercibida.
Un sábado cualquiera, el público entra a la maravillosa carpa del Teatro Principe Pio, el escenario y la pasarela vacíos, no imagina lo que va a suceder, como podía ocurrir antes de que saliera Rocío a escena.
En éste caso, es Inés León la que homenajea a la chipionera caracterizada como Candela , una fan acérrima. Ella nos cuenta su historia entrelazada con la de Rocío, sus gustos , sus miedos y su pasión por la gran diva.
Al igual que Rocío, Inés llena el escenario cantando los éxitos de Manuel Alejandro , haciéndolos suyos sin necesidad de imitaciones, dejando patente su profundo respeto por la artista  y consiguiendo emocionar a un público entregado que tararea sin parar .
Suenan Como una ola, Señora, Punto de Partida y sus mayores éxitos recordandonos el torrente de energía y voz que fué Rocío en el escenario.
Tavi García dramaturgo y director nos hace navegar poco a poco por la historia,  así conseguimos humanizar a la artista y acercarla más al público conectando con la ternura y sencillez de Candela, que se muestra en escena casi desnuda.
La escenografía de Teresa Jimenez Silva acompaña a un vestuario sencillo que mejora cuando sube la marea al final del espectáculo. Como anécdota decir que Pepe Beato, diseñador de vestuario de Rocío,  diseña también el traje que Inés luce resplandeciente al final del espectáculo.
La sala casi llena rompe en copiosos aplausos y reclama un bis, como si de un concierto de la artista que vendió 25 millones de discos se tratara.
Reto superado , y con  creces.
                   
                                                                                                                                              Ederra.

lunes, 19 de septiembre de 2016

El perro del Hortelano (Off Teatro Lara)

Domingo 15:15
Lleno. 


Se está poniendo de moda en las salas off que los actores al final de la función, digan la siguiente frase: “Si les ha gustado la obra, recomiéndenla a sus amigos. Si no les ha gustado, recomiéndenla a sus enemigos”. El perro del hortelano es uno de esos casos. En este caso dicha recomendación ha debido funcionar, porque la sala off del teatro Lara estaba hasta la bandera, pero al acabar la representación mi duda era clara: no tenía ni idea de a quién debía recomendársela.

Poner en pie una obra es un trabajo arduo. Lo sé porque soy actor y sé como funciona el tema. Más en Madrid. Pero es que además, soy director y el trabajo de un director triplica con creces el de un actor. Poner una obra clásica española en pié es una auténtica pesadilla. Una valentía que admiro, más en un panorama teatral madrileño, en el que las compañías de la tierra parecen dar más relevancia a clásicos extranjeros; y eso que hemos tenido todo un siglo de oro en la literatura española. Hay que dignificar el teatro clásico español, por eso cuando el director de la obra es nada más y nada menos que Pablo Gómez Pando (el único actor que me ha dejado con la boca abierta con su interpretación del Hamlet del Teatro Clásico de Sevilla en el Fernán Gómez esta misma temporada) va uno al teatro aunque sea domingo por la mañana.

Particularmente, sin embargo, no me gustó: pero reconozco que soy muy puñetero cuando de teatro se trata. Y sólo son opiniones. Desde, como digo, mi muy subjetiva opinión (al parecer contraria a la de la mayoría del público, que ríe durante toda la obra, y aplaude a rabiar al final) hay cosas sobre las que seguir trabajando. Por ejemplo la dicción, muy rápida a veces, lo que hace perder parte del maravilloso texto de Lope de Vega, pues el verso debe ir a favor de la obra, y no en su detrimento, máxime cuando las voces de los actores están bien colocadas y son de una bella sonoridad.  

Al acabar la función, comienzan a aparecer los verdaderos acentos de los actores, y descubrimos con asombro que Fran Pineda no es de Madrid, sino que tiene un acento andaluz muy significativo, no sé si Cordobés o Sevillano, pero por ahí debe andar la cosa. Y entonces comprendes que ciertas sinalefas erróneas que se repinten en varias ocasiones durante la obra son mucho más difíciles para una persona que desde nacimiento no ha pronunciado un castellano neutro. No recuerdo el texto,  pero me refiero a los “ma” que deberían haber sonado como un “me a” o “me ha” (masombra por me asombra, por ejemplo)

Del reparto la que mejor utiliza el verso en su favor es sin duda alguna Gema Flores, y son muy bienvenidos los cambios de personaje de Víctor Nanclares.

Uno de los mejores aciertos, es la música en vivo, interpretada además por Susana Sanabria la protagonista de la obra, aunque no comprendí por qué lo hace de espaldas al público; echándose de menos en las cancioncillas que entonan los actores alguna segunda voz.


Como señalo más arriba hay cosas sobre las que seguir trabajando. Estas las diré en particular a su director, si la fortuna hace que nos volvamos a encontrar, y ya saben, es solo una opinión y como dicen por ahí, “sobre gustos, colores”, así que amigos o enemigos, vayan a verla, y fórmense su propia opinión que seguro será mejor que la mía.
Álvaro B.

jueves, 15 de septiembre de 2016

INCENDIOS



“AL FINAL ARDIÓ LA ABADÍA”


El teatro de la Abadía nos recibe con una mesa y dos sillas que apenas se iluminan, sobre una plataforma inclinada en el centro del escenario,-referente de los escenarios clásicos - dándole profundidad y distintos niveles de visión para el espectador sobre los  interpretes.

Una atmósfera cuidadosamente preparada para lo que nos espera,una pared enorme que servirá de pantalla de proyección,una escenografía minimalista y pulcra.

Por otra parte, el texto de Incendios de Wajdi Mouawad (Líbano,1968) es una obra de arte,capaz,como los mejores textos teatrales de vivir por ella misma,con sólo leer su texto,su cadencia,su ritmo, que va en crescendo a medida que avanza la obra, como pequeña bola de nieve descendiendo colina abajo, cada vez más fuerte.Mérito sin duda del traductor,Eladio de Pablo.

Este encuentro teatral, -que pocas veces se da en la escena actual- me ha dado que pensar en la función del lenguaje, el lenguaje escrito: cuando el actor se aprende el texto, el lenguaje hablado: cuando nos lo cuenta.

Esta unión, estos dos lenguajes juntos   -que son el metatexto de la puesta en escena-  es una herramienta para la interpretación actoral, pero en el caso de Incendios se convierte en algo más, en un personaje que transforma e interactúa con el intérprete,un texto-personaje que afecta a la actriz y al actor,que no volverán a ser los mismos después de pronunciar las palabras de sus personajes.

Llegando a este punto se comprende lo visceral de la interpretaciones - aunque se aprecien diferencias a nivel actoral por parte de los gemelos -que llegan a cumplir, pero subir la energía interna no les vendría mal.

Ramon Barea es sin duda el que sostiene la obra en las tres horas de duración, con una Nuria Espert que da la nota elegante, clásica con su interpretación,en sus posturas casi inmóviles pero que transmite fuerza contenida a punto de estallar, un torbellino enjaulado por dentro, cuando recita frente al jurado,una escena desgarrada por su voz y su mirada - la diana- para citar a Declan Donnellan.

La primera parte de la obra es un poco más floja a nivel actoral y de ritmo,se siente que apenas comienzan a calentar,por momentos la intensidad se hace evidente,pero hay momentos en que se desvanece por completo el nivel de energía,comienzo a ver a los lados y me doy cuenta que el vestuario no acompaña,demasiada limpia y nueva la chaqueta de la herencia que deja la madre a sus gemelos.

Se agradece a una actriz escucharle su voz cantada,que llena el espacio y lo transforma, Lucía Barrado nos lleva por unos instantes mágicos en el inicio de la segunda parte, a uno de los momentos más reales del teatro,tener la capacidad de erizar la piel del espectador.

Una segunda parte mucho más trabajada,con personajes mucho más caracterizados y una evolución de los mismos.Realmente un disfrute en todos sentidos,un verdadero goce para un buen amante del teatro.

Un argumento con final explosivo ,un incendio incontrolable que no puede detener la lluvia que cae sobre los actores y actrices en la última escena,cubiertos por una lona plástica.

La  Abadía está que arde,ese instante antes del primer aplauso,ese silencio tenso que se genera en la sala entre los personajes-actor@s y los espectadores ,una comunión mágica lograda por su director, Mario Gas.

Esos segundos alargados en el tiempo que destilan teatro en esta puro…letanía teatral…cae el primer aplauso como gota de lluvia que se convierte en tormenta en una unánime ovación de pie, pero al final ya es tarde para apagarnos, salimos del teatro todos,incendiados y agradecidos.



Mapa.