Domingo 15:15
Lleno.
Se está poniendo de moda en las
salas off que los actores al final de la función, digan la siguiente frase: “Si
les ha gustado la obra, recomiéndenla a sus amigos. Si no les ha gustado,
recomiéndenla a sus enemigos”. El perro del hortelano es uno de esos casos. En
este caso dicha recomendación ha debido funcionar, porque la sala off del
teatro Lara estaba hasta la bandera, pero al acabar la representación mi duda
era clara: no tenía ni idea de a quién debía recomendársela.
Poner en pie una obra es un trabajo arduo. Lo sé porque
soy actor y sé como funciona el tema. Más en Madrid. Pero es que además, soy
director y el trabajo de un director triplica con creces el de un actor. Poner
una obra clásica española en pié es una auténtica pesadilla. Una valentía que
admiro, más en un panorama teatral madrileño, en el que las compañías de la
tierra parecen dar más relevancia a clásicos extranjeros; y eso que hemos tenido todo
un siglo de oro en la literatura española. Hay que dignificar el teatro clásico
español, por eso cuando el director de la obra es nada más y nada menos que
Pablo Gómez Pando (el único actor que me ha dejado con la boca abierta con su
interpretación del Hamlet del Teatro Clásico de Sevilla en el Fernán Gómez esta
misma temporada) va uno al teatro aunque sea domingo por la mañana.
Particularmente, sin embargo, no
me gustó: pero reconozco que soy muy puñetero cuando de teatro se trata. Y sólo
son opiniones. Desde, como digo, mi muy subjetiva opinión (al parecer contraria
a la de la mayoría del público, que ríe durante toda la obra, y aplaude a
rabiar al final) hay cosas sobre las que seguir trabajando. Por ejemplo la
dicción, muy rápida a veces, lo que hace perder parte del maravilloso texto de
Lope de Vega, pues el verso debe ir a favor de la obra, y no en su detrimento,
máxime cuando las voces de los actores están bien colocadas y son de una bella
sonoridad.
Al acabar la función, comienzan a
aparecer los verdaderos acentos de los actores, y descubrimos con asombro que
Fran Pineda no es de Madrid, sino que tiene un acento andaluz muy
significativo, no sé si Cordobés o Sevillano, pero por ahí debe andar la cosa.
Y entonces comprendes que ciertas sinalefas erróneas que se repinten en varias
ocasiones durante la obra son mucho más difíciles para una persona que desde
nacimiento no ha pronunciado un castellano neutro. No recuerdo el texto, pero me refiero a los “ma” que deberían
haber sonado como un “me a” o “me ha” (masombra por me asombra, por ejemplo)
Del reparto la que mejor utiliza
el verso en su favor es sin duda alguna Gema Flores, y son muy bienvenidos los
cambios de personaje de Víctor Nanclares.
Uno de los mejores aciertos, es
la música en vivo, interpretada además por Susana Sanabria la protagonista de
la obra, aunque no comprendí por qué lo hace de espaldas al público; echándose
de menos en las cancioncillas que entonan los actores alguna segunda voz.
Como señalo más arriba hay cosas
sobre las que seguir trabajando. Estas las diré en particular a su director, si
la fortuna hace que nos volvamos a encontrar, y ya saben, es solo una opinión y
como dicen por ahí, “sobre gustos, colores”, así que amigos o enemigos, vayan a
verla, y fórmense su propia opinión que seguro será mejor que la mía.
Álvaro B.
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